18 marzo 2014

++ LOS DISCIPILOS Y LOS DEMONIOS DICEN QUE YESHÚA ES EL MESÍAS.

Hola amigos.

En los escritos nazarenos (N.T.) se encuentran afirmaciones en las que se intenta resaltar la identidad de Yeshúa como “el Mesías”. Prácticamente esa es la labor de los evangelistas, pero lo curioso es cuando los autógrafos ponen en labios de los shedim (demonios) la identidad y revelación del “Hijo de Dios”. Antes de entrar en materia, dado los textos que tocaré, quisiera esclarecer que las expresiones “hijo de Dios” e “Hijo de hombre” se refieren a la expectativa mesiánica judía, de aquel heraldo que traerá la redención a los israelitas, el Mesías.

Pedro, por inspiración divina, reconoce a Yeshúa como el Mesías.

“Yeshúa salió hacia la tierra de Siria, la tierra de Filipos, y preguntó a sus discípulos diciendo: ¿Qué dice la gente acerca de mí? Le dijeron: Algunos dicen: él es Juan el purificador, otros dicen: él es Elías y otros: Jeremías o uno de los Profetas. Yeshúa les preguntó: ¿Y ustedes que dicen acerca de mí? Simón, llamado Kefa, contestó y dijo: Tu eres el Mesías, el Rey de Israel elegido por el Di-os viviente que has venido a este mundo. Yeshúa le dijo: Dichoso eres Simón hijo de Joná porque carne y sangre no te lo han revelado, sino el Padre que está en los cielos. ” (Mt 16:13-17)

La actividad que estaba teniendo Yeshúa no era indiferente, por el tipo de respuestas que se menciona de parte de los discípulos, algunos, si no es que la mayoría de los seguidores de Yeshúa, por lo menos tenían algo en común, reconocían el origen divino (en un sentido profético) la prédica del Maestro galileo. Este pasaje, sobradamente conocido por todos, ofrece un dato interesante que sin duda tiene implicaciones exegéticas o interpretativas, está claro el manifiesto que, no fue Pedro quien por sí mismo dedujo o que alguno de sus compañeros le dijeran, incluso, el Maestro mismo se excluye como la fuente de información y revelación de la identidad mesiánica de Yeshúa: “carne y sangre no te lo han revelado”, esto quiere decir que sin duda es por inspiración divina “el Padre que está en los cielos”. Esto mismo es lo que dice Shaul de Tarso (1 Cor 12:3), solo por inspiración divina se puede saber y comprender el señorío (mesianismo) de Yeshúa. A esta escena podemos agregar el episodio de Andrés y Simón (1 Jn 1:41) y  Natanael (Jn 1:45-51) donde éste identifica a Yeshúa como “el Hijo de Dios” y por extensión el “rey de Israel”, es decir, el Mesías. Aquí sucede algo interesante, en el evangelio de Juan, ya Pedro sabría que Yeshúa es el Mesías por conducto de su hermano Andrés, entonces adquiere un sentido más profunda la sentencia de Yeshúa cuando le dice que “carne y sangre no te lo revelaron”, si atendemos al evangelio de Juan debemos reconocer que ya Pedro sabía (su hermano le dijo: hemos encontrado - incluye a varios - al Mesías), yo puedo dar una respuesta, salvo la mejor opinión de ustedes: que desde ese momento el Padre, así como a Juan el inmersor, Andrés su hermano y otras personas, ya se había revelado por inspiración divina en su corazón, la identidad mesiánica de Yeshúa, la declaración de Yeshúa a Pedro sería una confirmación de una realidad espiritual, a saber, que es por injerencia divina que se da a conocer su identidad mesiánica.

A los no-judíos (samaritanos) Yeshúa mismo les revela su identidad mesiánica.

Encontramos otro episodio de revelación con la escena de la samaritana (Jn 4:25-42), sin embargo, es Yeshúa mismo quien se revela a la mujer: “yo soy (el Mesías), el que habla contigo”, la mujer había expresado la expectativa judía siendo samaritana “Sé que ha de venir el Mesías; cuando él venga nos declarará todas las cosas.”. Aquí Yeshúa asume el papel del Espíritu Santo como el instrumento por el cual se revela su identidad, es algo curioso, porque si miramos detenidamente, tanto Pedro, Andrés, Natanael, Juan, etc. eran judíos, aquí tenemos a una mujer no judía, sino samaritana, a quien ya es el Maestro mismo el que expone el mensaje de redención. Una vez que Yeshúa habló con esa mujer, se dice que ella va a su ciudad y comienza a decir a los suyos que tal vez ha encontrado al Mesías (Jn 4:29) y ya no es sólo por el dicho de la mujer sino que es con la predicación de Yeshúa que se disipan las dudas: “Ya no creemos solamente por tu dicho (de la mujer), porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Mesías.” (Jn 4:42).

De los textos evangélicos se puede extraer que parte de los seguidores de Yeshúa, así como sus discípulos más íntimos (conocidos como los Doce) tenían cierta afinidad de reconocer en su maestros al Mesías de Israel. Y esto no es muy extraño en su contexto histórico, ya que Yeshúa vendría a ser uno de los varios ‘mesias’ de la época tan revulsiva en la Judea del siglo primero. Por supuesto, para sus seguidores fue y sigue siendo el auténtico Mesías.

Los demonios (shedim) saben y reconocen la identidad de Yeshúa como el Mesías (Hijo de Dios).

En los pasajes anteriores vimos como los discípulos y seguidores de Yeshúa tenían cierta noción profética y mesiánica en la persona del Maestro de Nazaret, sin embargo, ahora pasamos a otro tipo de testimonio que los autógrafos de los evangelios ponen en labios de shedim (demonios). Cabe resaltar, pues actualmente hay líneas de creyentes nazarenos (y cristianos, particularmente católicos, aunque no lo crea!) que no aceptan la realidad de los shedim como entidades que se introducen en las personas, pero bajo el análisis contextual de la época es a todas luces una forma de pensamiento religioso-cultural judío que difícilmente se puede omitir o ignorar, por eso en las tradiciones judías que nos llegan hasta nuestros días existe el dualismo teológico entre los negacionistas y los que aceptan dicha corriente tradicional, una realidad de nuestros días que se reproduce aún en el mismo contexto del siglo primero donde había judíos que aceptaban la existencia de demonios (junto con ángeles) y los que no. No sé cual es la novedad!

Pues bien, por ahora me enfocaré a un par de episodios donde estas manifestaciones de seres espirituales inmundos se hacen eco de la identidad mesiánica de Yeshúa. El primer pasaje es uno bien conocido por ustedes, cuando en el desierto ‘el tentador’ también el satán, exclama a Yeshúa:

“Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. ” (Mt 4:3)

El autógrafo de Mateo pone en labios del satán la identidad de Yeshúa como el Mesías (hijo de Dios), es decir, rey de Israel. En otro intento “el tentador”, que es el satán y “el diablo” (según el evangelista) vuelve a ratificar su identidad: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo” (Mt 4:6), está claro que el satán sabía la identidad de Yeshúa como el Mesías, se entiende que es inverosímil que haga esas afirmaciones hacia él si no lo supiera, la tentación vendría a significar a que Yeshúa muestre su autoridad, pues las dos primeras exigencias del satán tienen que ver con “convertir piedras en pan” para alimentarse y tal vez romper el ayuno, asimismo arrojarse de lo más alto del Templo para ser rescatado por ángeles; ambas cosas aflorarían su autoridad sobre la creación. El tercer intento del satán también tiene que ver con la autoridad, éste le ofrece “los reinos del mundo y el honor de ellos”, tal parece que era algo que Yeshúa no tenía y el satán sí, pues lo que demandaba este último era reverencia y reconocimiento supremo, la respuesta de Yeshúa es contundente: “Al Eterno tu Dios servirás y a él sólo rendirás homenaje supremo”.

Otro de los pasajes donde shedim identifican a Yeshúa como el Mesías:

“Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Yeshúa, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt 8:28-29).

Aquí el autógrafo está empleando un lenguaje muy esenio-fariseo (1 Enoc 15:8) con respecto a la pregunta final de los shedim “¿has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?”, la tradición judía del rollo de Enoc, precursora de los escritos nazarenos, ya empleaba un lenguaje escatológico donde los espíritus impuros serían juzgados, junto con los jefes (1 Enoc 10:11, 15) “(Dios le dice al arcangel Miguel)
Destruye todos los espíritus de los bastardos y de los hijos de los Vigilantes porque han hecho obrar mal a los humanos.”. Según esta tradición propia de la religiosidad judía que se ha plasmado por los evangelistas, muestra que la reacción de los shedim que tenían sujeto a esa persona, eran reos de un juicio divino todavía por producirse (el autor del rollo de Revelaciones hablará en los mismos términos), por eso su exclamación atiende a este contexto judío apocaliptico. Los shedim pues, saben quien es Yeshúa “el Hijo de Dios”, otro ejemplo lo recogemos en el siguiente episodio: “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. ” (Mc 3:11), aquí los demonios son agentes los que probablemente causaban “ciertas” enfermedades y que identifican a Yeshúa como el Mesías, el Hijo de Dios.

Ahora bien, tenemos el siguiente cuatro, los discípulos, por inspiración divina, se les revela la identidad mesiánica de Yeshúa, son las palabras puestas en boca de Yeshúa y también Shaul se hace de esa misma premisa (1 Cor 12:3), ¿pero qué sucede con los demonios? No se puede hablar de que una persona endemoniada o sujeta por shedim tenga Ruaj haKodesh (Espíritu Santo) será la paradoja teológica de algunos. Sin embargo, dentro de la misma tradición judía existe el concepto de bat Kol (voz celestial), se trata de una voz o sonido celestial donde El Eterno mismo o uno de sus ángeles expresa un mensaje o resolutivo para ciertas controversias, cual es la posición del Cielo en determinado una revelación. Esto último es lo que sucede en los documentos nazarenos en el Jordán cuando Yeshúa es purificado por Juan.

“Enseguida que subió de las aguas, se abrió para él los cielos y vio la inspiración de Dios (Espíritu Santo) descender como paloma y le asistía. Entonces he aquí que una voz celestial decía: Este es Mi hijo amado, muy amado, Mi complacencia está en él.” (Mt 3:16-17)

Esto era parte de la religiosidad judía, el que El Eterno mismo (o por medio de sus agentes) interviniera para revelar o fijar una postura determinada como se reflejaría en la tradición; esta “voz de los Cielos” en el Jordán expresa de un modo similar el bat Kol (voz celestial). Una vez que se considera esto, podemos señalar lo que la misma tradición talmúdica habla acerca de los demonios:

“Nuestros Rabinos enseñaron: Seis cosas se dicen en relación a demonios: con respecto a tres, que son como los ángeles ministrantes, y en lo que se refiere a (otros) tres, como los seres humanos. 'En lo que se refiere a tres que son como los ángeles ministradores ": no tienen alas como los ángeles ministrantes, y vuelan de un extremo del mundo al otro como los ángeles ministrantes, y ellos saben (los demonios) lo que va a pasar como los ángeles ministradores. [Dicen], 'Saben' - no se puede decir eso! - Por el contrario, (ellos, los demonios) escuchan desde detrás del velo (la voz celestial) como los ángeles ministradores.” (Talmud babilonio Hagigah 16a)

Lo que se está diciendo es que, en el mundo angélico, herencia esenio-farisea, la voz celestial es oída por los shedim-demonios y por tal, ellos supieron la identidad de Yeshúa como Mesías. Se estaría hablando de dimensiones espirituales ocultas a la realidad humana. En el rollo de Revelaciones “la gran voz” son muchas veces emitidas por ángeles celestiales con órdenes específicas, tanto para los encargados de hacer daño (Ap 7:2) como para los encargados de hacer el bien (Ap 5:2).

Shalom amigos.


++ YESHUA Y LA ORDEN DE CENSURAR SU IDENTIDAD MESIÁNICA

Hola amigos.

En la nota anterior vimos ciertos pasajes donde discípulos y demonios (shedim) reconocen la identidad mesiánica de Yeshúa. Ahora, vamos a hacer referencia a un par de textos donde Yeshúa manda silenciar de alguna manera a ciertas personas sanadas a que no distribuyan sus milagros, así como órdenes explícitas a los demonios para que no se expanda entre la multitud de que él es el “hijo de Dios” o “el Santo de Dios” (el Mesías de Israel).

Sanación del leproso.

En este episodio Yeshúa restringe la información de su obrar, leemos que categóricamente le dice: “Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,  y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.” (Mc 1:43-44). Vemos que la intención de Yeshúa es todo lo contrario a lo que sucedió, la sanación de lepra (una enfermedad particular) era para testimonio de los líderes y eso es lo que “rigurosamente” le encargó Yeshúa al ex-leproso, sin embargo, al ir, éste fue y “comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho” cosa que causó a Yeshúa no poder actuar libremente en la ciudad.

Jairo y su familia.

Se narra la muerte de la hija de Jairo, un principal de la sinagoga, Yeshúa llega y dice que no está muerta por lo que recibe burlas, pero él hace entrar al padre y madre de la niña, mientras que Marcos sólo dice que además de los padres también entraron“ los que estaban con él”, Lucas pone nombre a los acompañantes “no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.” (Lc 8:51), tras el acto asombroso de resucitar a la hija, “Talita cumi” (niña levántate), Yeshúa manda: “Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.” (Mc 5:43, Lc 8:56).

El ciego de Betsaida.

Yeshúa sana a este ciego de una forma de los curanderos de la época, tras intentar primero escupir en sus ojos y ponerle sus manos encima, y en otra oportunidad colocando nuevamente sus manos sobre sus ojos, la persona vio, a lo que Yeshúa nítidamente le dice que vaya a su casa y ni siquiera vaya al pueblo: “Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.” (Mc 8:26). Similar sucede pasando por la Decápolis cuando le trajeron un sordo-mudo al que escupiendo también, metió sus dedos en sus oídos y tocó su lengua para luego ser abiertas y pudiera oír y escuchar, vino la orden entonces: “Y les mandó que no lo dijesen a nadie” (Mc 7:36a) desde luego no fue atendida ya que entre más lo censuraba, más se divulgaba su obrar.

Es interesante que, Yeshúa evitara que se anunciase todo aquello que realizaba. A excepción del evangelista Juan quien desde el comienzo pone en labios de Yeshúa la anunciación de su identidad, se trata ya de una elaboración teológica diferente de los evangelios  sinópticos. También se debe traer a cuenta un caso interesantísimo cuando ciertos seguidores, tras el milagro de la multiplicación de alimentos, reconocerían en Yeshúa al “profeta que había de venir”, pero “entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey (lo habían identificado como el Mesías), volvió a retirarse al monte él solo.” (Jn 6:14-15). Vemos pues, una especie de secretismo en el obrar los milagros de Yeshúa y en el mismo tenor, tras la expulsión de shedím, Yeshúa les ordena no revelar su identidad mesiánica a la par de su intento de pasar desapercibido entre la multitud. Mientras que los evangelistas introducen este secretismo, todos son unanimes a la hora del juicio a Yeshúa, donde con toda claridad ponen en sus labios la revelación de su identidad: “El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?  Y Yeshúa le dijo: Yo soy” (Mc 14:61-62a; Mt 26:64, Lc 22:67,70 y Jn 18:37).

Los demonios son silenciados por Yeshúa.

En Cafarnaum sucedió que cierto hombre que tenía espíritu inmundo (demonio) al ver a Yeshúa exclamó: “!!Ah! ¿qué tienes con nosotros, Yeshúa nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. ” (Mc 1:24), aquí el demonio sabe la identidad mesiánica de Yeshúa y que como vimos en la nota anterior, es por inspiración divina que se llega a conocer, los demonios de alguna forma tuvieron acceso a esa revelación y el evangelista se hace eco de la interpretación de la época en que los espíritus inmundos, así como sus jefes son reos de juicio divino. Yeshúa censura al espíritu: “Callate y sal de la persona” (Mc 1:25), vamos a destacar algo interesante, el evangelista lejos de ahondar más en las palabras del endemoniado con respecto a la identidad mesiánica, pone el mayor énfasis el poder exorcista de Yeshúa: “¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?” (Mc 1:27) Por supuesto, los judíos sabían de exorcistas y endemoniados en el siglo I pero requerían de elaborados rituales (Josefo, Antigüedades VIII 2,5; Tobías 6:5-9) por lo que, la autoridad con las que Yeshúa exorcizaba era algo novedoso, no la existencia de demonios en las personas.

Durante la noche le trajeron a enfermos “y endemoniados”, hay que leer atentos a esta doble clasificación, ya que, ciertamente había enfermedades naturales pero los judíos de la época creían que ciertas enfermedades eran causadas por demonios, de ahí la clasificación. Es en ese contexto que el evangelista expresa: “Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.” (Mc 1:34). Aquí nuevamente Yeshúa censura a los demonios y es que estos le identificaban y justamente eso es lo que él quería evitar pues según los relatos anteriores ya su fama “se difundió por la región de Galilea”. Bien, mientras el Evangelio de Marcos nos habla en estos términos, en Mateo se interpreta más las sanaciones de Yeshúa y se introduce una referencia profética: “Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mt 8:16-17). Existe la doble clasificación, enfermos y endemoniados, a todos ellos sanó. Vemos que mientras Marcos y Mateo se expresan de forma general con respecto a las sanaciones, son Marcos y como veremos Lucas, quienes al narrar los hechos expresan la censura mesiánica, en Lucas lo leemos así, ya de forma más explícita:

“Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.” (Lc 4:40-41)

Aquí se habla de “diversas enfermedades” y los endemoniados son una clasificación de tales enfermedades, sin embargo, el evangelista introduce un elemento hebraico, la imposición de manos y repite el patrón de exorcismo a la vez que la reprensión de silencio de callar a los demonios quienes sabían su identidad mesiánica, por supuesto, a estas alturas se puede intuir que, para los propósitos divinos era indispensable pasar desapercibido y que estos seres espirituales por irreverencia intentaban afectar el desarrollo del ministerio de Yeshúa, por eso se habla de “reprensión”. Para nuestros amigos estudiantes e intérpretes que han estudiado las leyes de lashon hará (chisme) saben que, en la fe hebrea, no necesariamente algo tiene que ser falso para transgredir, la actitud de los demonios al hablar y reconocer su identidad mesiánica, pareciera caer en esta transgresión evidenciada por la constante represión de Yeshúa.

También se repiten las mismas referencias en Mc 3:7-12, “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.” Aquí aporta más el evangelista, la censura a los demonios definitivamente es para que no se descubra que Yeshúa es el Mesías, el Hijo de Dios, la notoriedad cabe aquí en que, no se habla de que los endemoniados, es decir, las personas que tenían demonios se inclinaban ante Yeshúa, sino que se omite ese detalle y se anuncia más bien, con toda claridad que son los “espíritus inmundos” los que se postraron ante él y exclamaron que era el Hijo de Dios. Desde luego que entre líneas se entiende que eran los endemoniados quienes poseídos por esos espíritus eran los que conocían la identidad celestial de Yeshúa, no así las personas por su propio saber.

Existe un caso particular en donde un endemoniado (según Marcos, dos, según Mateo) reconoce la identidad mesiánica de Yeshúa, pero ninguna narración se hace referencia textual a censurar los demonios quienes le reconocen como “Hijo del Dios Altísimo” (Mc 5:7; Lc 8:28) e Hijo de Dios, Rey de Israel (Mt 8:29). Como dato curioso, los demonios claman no ser expulsados “lejos de aquella región” en Mc 5:10, mientras en Lc 8:21 le rogaban que no los mandara al “abismo”, Mateo simplemente omite mencionar este detalle. Ahora bien, como dije anteriormente, aquí se romple el esquema y anima al ex-endemoniado a que vaya y publique lo que “Dios ha hecho con él” y “cómo ha tenido misericordia de ti” a lo que efectivamente haría la persona (Mc 5:19-20; Lc 8:39).

Shalom amigos.