Shalom amigos. El siguiente comentario va a cargo de un cristiano unitario y me resultó agradable leerlo y más la forma de exponer su convicción con respecto al Reino de los Cielos que sin duda es la misma expectativa del 'Reino' que como israelitas y nazarenos compartimos. El resultado de leer el comentario es contundente. Es recomendable compartirlo con amigos cristianos que tienen un entendimiento diferente con respecto a esta esperanza nuestra para que como decimos en México: "les caiga el 20" es decir, entiendan. Entonces, a disfrutarlo.
Hechos 1:16 y el eclipse del Reino bíblico.
No es un asunto complicado detectar la razón de la incertidumbre de la iglesia sobre el mensaje central de Jesús. Nuestros comentarios dan evidencia de la hostilidad al Mesianismo Cristiano del cual Jesús era un exponente superlativo. Cuando la iglesia cayó presa de la idea de que Jesús no tenía ninguna ambición política, de que El estuvo interesado solamente en un reino “espiritual”, se puso a sí misma en conflicto con la Biblia Hebrea. No solamente eso, tuvo que enfrentar el hecho claro de que los Apóstoles cuidadosamente entrenados por Jesús, eran abogados ardientes de la restauración política, incluso después de la resurrección. No habían abandonado obviamente la esperanza de Israel. Con este hecho, muchos comentarios parecen estar muy descontentos. En vez de rendirse y ser corregidos por el testimonio “torpe” de la Escritura, establecieron una tradición que enfrentó a la Biblia e implicó que los Apóstoles estaban errados en su valoración de las intenciones de Jesús. La teología montó así su propia teoría en oposición a Jesús y los Apóstoles. Ella erigió una barricada eficaz contra el entendimiento de la mente del Jesús histórico en el asunto crítico del reino.
Pocos pasajes de la Escritura han sufrido más en las manos de los expositores hostiles que el resumen breve y brillante de Lucas de la última conversación de Jesús con sus Apóstoles. Es en la naturaleza de las “últimas palabras famosas” que comunica algo de importancia suprema. La investigación de los Apóstoles se relacionó con el tema preferido de Jesús y de Lucas, el Reino de Dios. Ellos preguntaron: “Señor, ¿ha llegado ahora el tiempo para que restaures el Reino a Israel?” (Hechos 1:6).1
Un acercamiento común a este pasaje ha sido tratar la pregunta de los Apóstoles como completamente fuera de consonancia con la enseñanza de su Señor. Se supone que su pregunta revela un entendimiento trágicamente inadecuado del tema central del Cristianismo. ¿Cómo, se ha preguntado, podrían todavía estos asociados de Jesús aferrarse tan obstinadamente a la cruda noción de una restauración teocrática del Reino como la renovación del imperio Davídico en la tierra, típica de las presuntamente falsas esperanzas del judaísmo? Afortunadamente, la discusión continúa, la venida del Espíritu en Pentecostés rescató a los Apóstoles de su comprensión crudamente literal del Reino de Dios y desterró para siempre la esperanza nacional Judía que ellos estaban abrigando.
El tratamiento de la teología de Hechos 1:6 expone la falla del Cristianismo tradicional para tratar con justicia el tema del Reino de Dios. Exhibe una falta de simpatía por la atmósfera Judía en la cual la enseñanza de Jesús está ubicada. La respuesta de William Barclay a la pregunta de despedida de los discípulos en Hechos 1:6 es típica. El se desespera de la capacidad de los discípulos de asir el significado del mensaje de Jesús del reino, el corazón de su Evangelio:
El problema era que [Jesús] quiso significar una cosa por el Reino y otra completamente diferente para aquellos que lo escucharon a él… los Apóstoles miraron por un día cuando, por la intervención divina, la soberanía del mundo que ellos soñaban sería suyas. Ellos concibieron el Reino en términos políticos.2
Barclay entonces nos da lo que él considera es la definición verdadera del Reino. Es “una sociedad sobre la tierra donde la voluntad de Dios sería hecha tan perfectamente como se hace en el cielo”3, según lo demostrado por las frases paralelas de la oración del Señor: “Venga tu Reino” con “sea hecha tu voluntad en la tierra”. Semejante Reino, sostiene él, nunca sería fundado en el poder.4
Un número de falsas ideas teológicas profundamente arraigadas, son la base de la actitud menospreciativa de los comentaristas hacia la pregunta de los discípulos sobre la restauración de Israel. La desaprobación de los Apóstoles en Hechos 1:6 revela más sobre los prejuicios de los expositores, que la verdad de la Escritura, y suprime importante información bíblica vital sobre la naturaleza y el futuro del Reino de Dios. Un ataque contra los Apóstoles en Hechos 1:6 implica un ataque contra Jesús quien les había enseñado. Sólo recientemente los comentaristas han comenzado a ser lo bastante objetivos para ver que nada en el texto sugiere que Lucas nos quiso decir que viéramos a los Apóstoles como fuera de compás con los propósitos de Jesús. El sentido común exigiría que a los discípulos les sea reconocido el haber formulado, no la pregunta incorrecta, sino la correcta. Ellos habían estado, después de todo, en la compañía de Jesús desde el principio. Habían oído a Jesús predicar y enseñar las buenas noticias sobre el día del reino día tras día. Ellos mismos habían sido enviados en público para proclamar el mismo Evangelio del Reino (Lucas 9:2, 6 etc.). Ellos habían sido felicitados por Jesús por su especial comprensión del plan divino asociado con el Reino: “a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos…” (Mateo 13:11). Jesús había probado su comprensión de las parábolas del reino para satisfacerse a Sí mismo de que habían captado su significado: “¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor” (Mat. 13:51). Para terminar su entrenamiento en la cuestión clave del Reino de Dios, los discípulos habían experimentado un “seminario” intensivo de 40 días bajo la tutoría del Jesús resucitado en la tierra (Hechos 1:3) mientras El les abría sus mentes para entender la Escritura (Lucas 24:32, 45). Es increíble, en vista de esta evidencia, que después de toda esta exposición a la instrucción de Jesús, ellos hayan podido fracasar completamente en comprender qué fue lo que se quiso decir por el Reino! En esas ocasiones cuando los discípulos no comprendieron, el texto lo dice bien claro. Cuando la crucifixión y la resurrección de Jesús fueron primero anunciados, Lucas escribe: “Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen” (Lucas 9:45). En el asunto del Reino, sin embargo, lo contrario era la verdad. Les habían sido dados el conocimiento salvador del reino y habían predicado el Evangelio acerca del reino.
La actitud poco comprensiva de los comentaristas a la noción del Reino como la restauración de la soberanía de Israel, señala a un defecto serio en lo que la teología ha pensado tradicionalmente sobre lo que quiso decir Jesús por el Reino de Dios. Puesto que la contestación de Jesús a los Apóstoles les previene sólo con respecto al tiempo de la restauración prevista, es asombroso que los comentaristas deban sentirse justificados en hacer de los discípulos el blanco de su indignación y agregar al texto su propia batería de discusiones en favor de una opinión superior del Reino de Dios. Su constante clamor es que el Reino Cristiano es “espiritual” y no político.5 Los discípulos se estaban aferrando a las nociones “estúpidamente Judías” sobre el futuro. Una investigación de una gama de comentarios revelará la seriedad de la crítica demoledora a los primeros seguidores de Jesús.
Un Examen Histórico
El comentario por Jamieson, Faussett y Brown es uno de los pocos de su era6 que no sigue el patrón usual de la condenación:
Ya que su pregunta ciertamente implica que ellos buscaron por alguna restauración del Reino a Israel, así también ellos ni son reprendidos, ni contradichos. Decir, como lo hacen tantos expositores, que la contestación de nuestro Señor fue tan intencionada, es simplemente no escuchar lo que él dice, sino imponer sobre sus palabras lo que los hombres piensan que debe significar.7
Con mucho menos simpatía, H.A.W. Meyer, escribiendo en 1884, deplora la falta de entendimiento de los Apóstoles: “por su ‘Israel’ ellos dejan traslucir que todavía no han dejado de estar enredados en las esperanzas judías Mesiánicas, según las cuales el Mesías estaba destinado para el pueblo de Israel como tal; cp. Lucas 24:21.”8
El comentario del púlpito9 reaccionó semejantemente:
Incluso después de la crucifixión y de la resurrección del Señor ellos habían preguntado, “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” No fue sino hasta después de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés que su imperfecta opinión fue corregida y ellos entendieron lo que Cristo quiso decir cuando él dijo, “mi reino no es de este mundo”. Los procedimientos terrestres del Mesías eran el tema de las expectativas más agudas y la base de las aspiraciones nacionales.10
Un comentario más reciente sobre nuestro pasaje es implacablemente áspero. Los escritores sobre el libro de Hechos albergaron un raudal constante de reacción negativa a la idea de que el reino podría ser de alguna manera compatible con una restauración nacional de Israel. La tendencia había sido establecida por Calvino, un no simpatizante con el Mesianismo, que descartó Hechos 1:6 como la evidencia de un completo malentendido por parte de los agentes escogidos de Jesús:
Hay más errores en la pregunta [en Hechos 1:6] que lo que hay de palabras… que su ceguera es notable, de que cuando habían sido instruidos tan completa y cuidadosamente durante tres años dejaron traslucir no menos ignorancia que si ellos nunca hubieran oído una palabra…11
La crítica asombrosa de Calvino implica once errores. El no detalla sus objeciones, salvo para decir que los Apóstoles confundieron el Reino de Cristo con un reino que pertenece a Israel. Calvino está evidentemente enojado de que los Apóstoles no habían renunciado a su Judaísmo y no lo habían substituido por una actitud más “Cristiana”. La objeción de Calvino, sin embargo, expone el problema entero del fracaso Gentil de explicar los temas centrales del Nuevo Testamento.
El comentario en la segunda mitad del siglo antepasado persistió con su ataque contra la alegada torpeza de los Apóstoles. Albert Barnes, que escribe en 1863, tomó la oportunidad para corregir a los Apóstoles y reflexionar sobre los peligros del prejuicio:
Los Apóstoles habían abrigado la opinión común de los judíos sobre el dominio temporal del Mesías. Contaban con que él reinara como un príncipe y conquistador, y los liberara de la esclavitud de los Romanos. Muchos casos de esta expectativa ocurren en los Evangelios, a pesar de todos los esfuerzos que el Señor Jesús hizo para explicarles la naturaleza verdadera de su Reino. Esta expectativa fue comprobada y casi destruida por su muerte (Lucas 24:21)… sin embargo, aunque su muerte comprobó sus expectativas y pareció frustrar sus planes, con todo, su regreso a la vida los animó otra vez… y como no dudaron ahora de que él Restauraría el reino a Israel, le preguntaron si El lo haría en este tiempo. No preguntaron si El lo haría del todo, o si tenían puntos de vista correctos de su reino; sino que al dar eso por sentado ellos le preguntaron si ése era el tiempo en el cual él lo haría. El énfasis de la investigación reside en la expresión “en este tiempo”, y por lo tanto, la respuesta del Salvador se refiere solamente a este punto de su investigación y no a la corrección o a la incorrección de sus opiniones. De estas expectativas de los Apóstoles podemos aprender: 1. Que no hay nada tan difícil de ser removido de la mente como los prejuicios en favor de las opiniones erróneas. 2. Que semejante prejuicio sobrevivirá la prueba más evidente por el contrario. 3. Que se manifestará a sí mismo a menudo incluso después de que se hayan tomado todos los medios apropiados para someterlo. Las opiniones erróneas mantienen así una influencia secreta en la mente de un hombre, y son restablecidas por las circunstancias más leves incluso mucho después de que supusiéramos que fueron superadas; y aun en la cara de las pruebas más evidentes de la razón o de la Escritura.12
En el presente siglo el Judaísmo evidente de la pregunta de los discípulos fue notado y después descartado, en el estilo de Harnack, como cáscara inútil dentro de la cual debemos buscar el reino “espiritual” verdadero. El Cristianismo primitivo se acostó cómodamente en la lengua de Mesianismo Judío, así va la discusión, pero la esencia de la fe descansa en otra parte. El comentario de Clarendon explica Hechos 1:6 como sigue:
La pregunta es presentada en el lenguaje de la antigua esperanza judía Mesiánica. La restauración del Reino a Israel era la frase regular para ese establecimiento final de la teocracia y de la renovación espiritual de la humanidad que había sido el punto más alto de la expectativa profética y apocalíptica entre los judíos. Esta esperanza era entendida en un sentido materialista y nacionalista (como que promete un tiempo de riqueza material y del imperio mundial Judío) por algunos, pero no por todos. Claramente los discípulos sentían que una crisis trascendental, estaba cerca, aunque claramente también ellos no entendían cuál sería su naturaleza.13
En una nota sobre la esperanza Mesiánica se hace un intento típico de distinguir entre la predicación del Cristiano y su vestimenta Judía:
Bastante de la predicación Cristiana en Hechos está expresada en el lenguaje del Mesianismo Judío, que se necesitará una explicación adicional sobre la esperanza Judía Mesiánica para captar su significado… con el tiempo el gobierno de Dios sería establecido y esta teocracia revivida significaría la renovación de Israel, y a través de Israel, de las naciones como dependientes espirituales del Monte Sion.14
El valor de este comentario reside en su descripción concisa del contenido de la esperanza revelada por la pregunta de los Apóstoles. Ellos estaban esperando el restablecimiento de la prometida teocracia Davídica. La discusión del Reino de Dios en Hechos 1:3 provocó una respuesta impaciente de los discípulos. La mención del Espíritu Santo en el mismo contexto (Hechos 1:5) condujo naturalmente a la suposición de que el tiempo finalmente había llegado para la manifestación del Reino Mesiánico descrito por la profecía del Antiguo Testamento. Nuestro pasaje, por lo tanto, lejos de ser una indicación de la ignorancia apostólica, es de la significación más alta ya que revela la mente apostólica en la escatología (la doctrina de los acontecimientos futuros) y en la naturaleza del Reino de Dios. El comentario parece, sin embargo, haber despedido el testimonio de Lucas y los Apóstoles a las opiniones cristianas tempranas del futuro.
El estudio extenso de John Bright del tema bíblico del Reino de Dios proporciona un ejemplo adicional del comentario que expresa un impacto o susto hacia el nacionalismo implicado en las observaciones finales de los discípulos acerca del Reino:
La esperanza Mesiánica de Israel fue así inexorablemente atada a la línea de David, a Jerusalén y al templo… significó que en tanto el estado durara, cada rey en la mente popular era un Mesías potencial. Ella ayudó a engendrar la decepción nacional de que, aunque Judá podría diezmarse, Jerusalén y el estado Davídico nunca podrían ser destruidos… significó que cuando El, quien era el cumplimiento de ese anhelo, debiera aparecer, los hombres exigirían de El las cosas que no estaban en su naturaleza darlas: “Señor, ¿restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).15
Él añade después: la “pregunta frenética del judaísmo sería: ‘Señor, ¿restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?’” 16
Asombrosamente aun George Ladd, cuya simpatía con el premilenialismo (creencia en un reinado futuro de Cristo y de los santos en la tierra) es bien sabido, fue incapaz de escaparse de la exposición tradicional que exceptuó lo que fue percibido como Judío y, por lo tanto, por definición, como ideas anticristianas del Reino de Dios. Ladd indicó que la frase “’para redimir Israel’ [Lucas 24:21]… no se refiere al rescate de los hombres de sus pecados. En su presente contexto, la frase significa liberar a Israel de su esclavitud a los poderes extranjeros”.17
Él observó que:
Este mismo sentimiento se expresa en Hechos 1:6 donde Lucas resume la postura de los discípulos por la pregunta: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Los discípulos todavía buscaban a un salvador nacionalista y político para el pueblo de Israel, una esperanza que hemos encontrado en la literatura apocalíptica.18
Él añade (aunque Lucas no dice esto): “Jesús los reprendió por fallar en entender las escrituras proféticas”.19
Un Cambio de Actitud
En la misma década un cambio significativo de corazón es digno de ser observado en el tratamiento de los comentaristas de la evidencia problemática de Hechos 1:6. Un examen objetivo del texto reveló que ni Lucas ni Jesús, a quien él divulga, exhibieron el malestar más leve o la sorpresa sobre la perspectiva de la restauración del reino a Israel. No fue emitida ninguna reprensión a los discípulos por su ceguera. Todo en el contexto implica que habían hecho una pregunta perfectamente apropiada. En otras ocasiones Lucas no tiene miedo informar la lentitud de los Apóstoles para asir la verdad, cuando esto es apropiado. Antes ellos no estaban dispuestos a aceptar que el Mesías tuviese que morir: “Pero ellos nada comprendieron de estas cosas” (Lucas 18:34). En Hechos 1:6, sin embargo, su pregunta refleja una expectativa que era simplemente el resultado natural de la instrucción detallada sobre el Reino que ellos habían recibido de Jesús. La esperanza de un reino Davídico restaurado era evidentemente parte de la opinión común del futuro sostenido por el Judaísmo y Jesús. De hecho, mientras la escatología Lucana, y la teología del reino, han llegado a estar bajo minucioso escrutinio, su Judaísmo ha llegado a ser más y más obvio. Los resultados de este descubrimiento tienen aún que filtrarse mucho menos en el púlpito que en la banca. Pero ellos debieran poner en movimiento una revolución en nuestra comprensión de Jesús y Su Evangelio.
Conzelmann observó que la esperanza para la restauración del Reino a Israel no se encontró con la más ligera corrección de Jesús: “Hechos 1:6 habla del Reino que es restaurado a Israel. No es la esperanza de esto que se rechaza, sino sólo el intento por calcular cuándo ocurrirá”.20
Haenchen añadió su voz a la de aquellos que vieron la necesidad de quitar de en medio la antigua acusación a los discípulos de ceguera espiritual:
Aquellos reunidos —Lucas sugiere que no solamente los Apóstoles estaban presentes— preguntan si Jesús restaurará ahora el Reino a Israel. La pregunta no tenía la intención de mostrar la ignorancia de los discípulos, sino de proporcionar una oportunidad de clarificar un problema del más alto significado. Los cristianos más tempranos consideraron el derramamiento del Espíritu como muestra de que el fin del mundo estaba cerca (apokathistimi desde Mal. 3:32, LXX hacia adelante es un término técnico en la escatología: el establecimiento del orden justo por Dios al final del tiempo [sic] 21(cp. Th Wb, 1, 386ff)).22
El Reino de Dios en el Evangelio de Lucas
Un número de estudios importantes de teología Lucana ha continuado clarificando el significado de los términos y frases dominantes en el relato de Lucas sobre el Cristianismo.23 Primordial entre éstos es el Reino de Dios. El Interés en la restauración del Reino a Israel no debe ser atribuido a una falla deplorable de parte de los discípulos. Es un elemento esencial en lo que Jesús y Lucas quisieron decir por el Reino de Dios.
Tomando Hechos 1:6 como nuestra pista podemos ver que la esperanza de Lucas del futuro está completamente en línea con el Mesianismo Davídico presentado por la profecía Hebrea. Esta no es desafiada en ninguna parte del Nuevo Testamento, y es confirmada en otro sitio en las escrituras de Lucas. Los medios por los cuales la restauración deseada de Israel debe ser alcanzada, obviamente recibieron una nueva torcedura cuando Jesús anunció su propia muerte y resurrección y cuando el Israel de Su generación no pudo reconocer Su Mesías. El punto más importante de Lucas, sin embargo, es que no ocurriría la promesa de redención de Dios en Israel y Jerusalén hasta que el Mesías hubiese pasado por la muerte, resurrección, y un período de exaltación a la diestra del Padre. Después de esto él volverá para llevar a cabo el programa entero de la restauración previsto por los profetas (Hechos 3:21).
Jesús y el Programa Mesiánico
La esperanza del Nuevo Testamento, personificada por la pregunta de los discípulos en Hechos 1:6, se basa en el hecho de que Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres (Rom. 15:8). La primera cosa dicha sobre Jesús es que El está destinado a heredar el trono de su antepasado David y gobernar sobre la casa de Jacob para siempre (Lucas 1:32, 33). Esta declaración es un resumen exacto de la esperanza Mesiánica que impregna los profetas y los Salmos. Esta era la expectativa que prevalecía entre los contemporáneos de Jesús.24 Lucas no dice que Jesús ha tomado ya una posición en el trono de David. El cierra el período del Ministerio del Mesías en la tierra revirtiendo al asunto Davídico anunciado por Gabriel antes de la concepción de Jesús. El registra la aprobación de Jesús de la esperanza de la restauración de Israel, observando que descansa en el futuro. Por medio de registrar la pregunta de los discípulos sobre cuándo ocurrirá la restauración, él nos permite saber que Jesús distingue entre la venida inmediata del Espíritu en Pentecostés —”dentro de no muchos días” (Hechos 1:5)— y la restauración del reino a Israel que debe ocurrir en un tiempo desconocido (Hechos 1:7). En un sermón dado por Pedro poco después de Pentecostés, luz adicional es echada sobre el tiempo para el esperado cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. En respuesta a la objeción muy razonable de que la desaparición de Jesús al cielo no parece avanzar el programa Mesiánico sobre la tierra, Pedro explicó que el “cielo debe retenerlo [al Mesías] hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21). El período al cual Israel debe mirar hacia adelante es también un tiempo de alivio (anapsuxsis, Hechos 3:19) a ser introducido por la venida del Mesías. No debemos pasar por alto la conexión importante entre el apokatastasis25 o la restauración prometida para la Parousia futura y el verbo relacionado encontrado en la pregunta anterior de los discípulos: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. En la luz de este verso es altamente improbable que Lucas pretenda decir que la sesión de Jesús a la diestra del Padre marca el restablecimiento del trono de David. Lucas ha hecho previamente una distinción cuidadosa entre la venida del Espíritu (Hechos 1:5), consecuente en la ascensión del Mesías, y la venida futura del Reino Davídico (Hechos 1:6, 7).
Lucas desea que entendamos que los grandes temas Davídicos anunciados anteriormente por el ángel y profetizados por María, Zacarías y Simeón todavía aguardan su cumplimiento cuando Jesús vuelva (Lucas 1:46-55, 68-79; 2:25-32). La restauración prometida es el tema de las declaraciones carismáticas que acompañaron el nacimiento de Jesús. Los recipientes de estas visiones proféticas eran los fieles de la comunidad Mesiánica. No eran Judíos quienes no entendían la esperanza cristiana. La misma anticipación del restablecimiento del trono de David sigue siendo tema ardiente para los Apóstoles de Jesús momentos antes de su ascensión. La expectativa cristiana bíblica es para la renovación en la reaparición del Mesías del Reino Davídico de modo que Israel pueda servir al Señor “todos sus días” (Lucas 1:74,75), y ser guiada hacia la paz la cual ella nunca experimentó. El Magnificat y el Benedictus son de la mayor importancia como la presentación de la enseñanza Cristiana sobre el futuro. Ese futuro se expresa en tiempos proféticos pasados. Está claro que antes del nacimiento de Jesús, Israel no había sido aún “salvada de las manos de todos los que la odian” (Luc. 1:74). Ni la justicia había sido exaltada para que gobierne en lugar de los poderosos que serían depuestos (Lucas 1:52). El Nuevo Testamento espera que estos acontecimientos Mesiánicos sean satisfechos en el regreso de Cristo (Mat.19:28; Hechos 3:21; Revelación 11:15-18).
Perspectiva Mesiánica de Lucas
Las canciones de María y de Zacarías son las declaraciones inspiradas que no se ocupan de la carrera inmediata de Jesús ni de su muerte y resurrección sino que miran hacia el futuro, a la Segunda Venida, que para Lucas es la época para la redención de Israel. Para María y Zacarías, el nacimiento de Jesús garantiza la meta futura esperada desde hace mucho tiempo de toda la profecía —el establecimiento de la paz universal bajo el gobierno del Mesías, el heredero prometido al trono de David.
Cuando se reúnen un número de términos clave dominantes de Lucas, ganamos un cuadro coherente de un futuro Mesiánico que confirma la visión de la profecía del Antiguo Testamento.26 El justo Simeón está anticipando (prosdechomai) ansiosamente la consolación (paraklesis) de Israel (Lucas 2:25) que todavía no había ocurrido para el tiempo de la crucifixión, puesto que José de Arimatea todavía estaba aguardando (prosdechomai) el Reino de Dios (Lucas 23:51). El lenguaje paralelo demuestra que Lucas esperaba que la venida del Reino involucrara la restauración de Israel. El remanente justo, que goza de la inspiración del “Espíritu Santo”, comparte esta esperanza. Zacarías aguarda la redención (lutrosis, Lucas 1:68) de Israel que para Ana, la profetisa, es la redención (lutrosisde Jerusalén, Lucas 2:38). La esperanza es definitivamente territorial y atada a Jerusalén como el centro del Reino previsto.
La esperanza expresada por María y Zacarías como voceros del Espíritu Santo no se satisface en la crucifixión, porque los discípulos todavía buscaban que Jesús redimiera (lutrosthai) a Israel (Lucas 24:21). Su deseo para la liberación nacional no es increpado por Jesús y reaparece en Hechos 1:6 después de que los discípulos habían recibido la extensa enseñanza adicional sobre el Reino del Mesías resucitado. La restauración final de Israel está segura, como un acontecimiento absolutamente distinto de la venida del Espíritu en Pentecostés. Es la prerrogativa del Padre determinar cuándo sucederá, puesto que ningún hombre sabe el día de la venida del Hijo del hombre en el poder de su Reino. Jesús no niega que él causará la restauración de Israel, pero indica simplemente que no es para sus discípulos saber el tiempo del evento (Hechos 1:7), así como Jesús mismo no sabía el día de su futura venida (Marcos 13:32).
La información adicional es proporcionada por Lucas en su versión del discurso apocalíptico de Jesús. Jerusalén debe ser pisoteada hasta que los tiempos de los Gentiles se cumplan (Lucas 24:21). La implicación es que Jerusalén, como capital del reino del Mesías, no permanecerá bajo control Gentil indefinidamente. Cuando los tiempos del dominio Gentil, un período con vínculos en la visión de Daniel sobre la opresión pagana de la tierra santa (Dan. 8:13), hayan transcurrido, habrá llegado la época para la redención de Jerusalén. Lucas describe exactamente el mismo esquema cuando él pospone la manifestación del Reino en Jerusalén al tiempo cuando el hombre noble, que debe partir primero a un país lejano, regrese para gobernar en el Reino que para entonces él habrá obtenido (Luc. 19:11-27).
La base del Antiguo Testamento para toda esta perspectiva escatológica es clara. Isaías 1:26 promete una restauración de los administradores de Israel “como al principio”, mientras que en Isaías 63:17, 18 Dios es instado a “regresar por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad”.27 Por poco tiempo lo poseyó tu santo pueblo; nuestros enemigos han hollado tu santuario.”28 Isaías 65:9ff, junto con otra masa de otra profecía Hebrea, promete una restauración magnífica de la tierra de Israel con una nueva Jerusalén.
Los términos escatológicos dominantes de Jesús y de Lucas se arraigan en un número de otros pasajes del Antiguo Testamento. Isaías 52:9-10 habla de la consolación y la redención de Israel cuando Dios revele su brazo santo y todos los confines de la tierra vean la salvación de Dios. Isaías 49:6 describe el regreso de la Diáspora de Israel. El punto importante es que Lucas espera que la restauración ocurra completamente en el regreso de Jesús en poder. El apokatastasis de Hechos 3:21, que causará la restauración para Israel (Hechos 1:6), coincide con la venida de Jesús, cuando al mismo tiempo los discípulos puedan “levantar sus cabezas porque su redención (apolutrosis) está cerca” (Lucas 21:28), que es sólo otra manera de decir que “el reino de Dios está cerca” (Lucas 21:31). En aquel tiempo, y no antes, la oración del Señor para la venida del Reino será cumplida.
Las frases permutables de Lucas pueden ser resumidas como sigue:
La llegada del reino apocalíptico (21:31) = redención de los discípulos (21:28) = redención en Jerusalén (2:35) = la redención de Israel (24:21).
El esperado Reino futuro (23:51) = la consolación esperada de Israel (Lucas 2:25).
La restauración del reino a Israel (Hechos 1:6) = los tiempos de la restauración de todo lo que fue prometido a través de la boca de los profetas (Hechos 3:21) = la restauración de la casa de David según lo prometido a través de la boca de los profetas (Lucas 1:70) = la entronización de Jesús en el trono de David del cual El es heredero (Lucas 1:32, 33).
Comentario contemporáneo en Hechos 1:6
El comentario reciente no es más defensivo, felizmente, en admitir el sabor fuertemente político del Cristianismo de Lucas y permite una recuperación de la comprensión total del Evangelio como provino de los labios de Jesús. R. Tannehill dice: “Juan y Jesús son presentados como el cumplimiento de las esperanzas de la redención de Israel y de Jerusalén. Jesús es el Mesías Davídico (Lucas 1:32, 33, 68, 69) que traerá la libertad política al pueblo Judío (1:71, 74)”.29 El observa que “el narrador entiende que las Escrituras prometen un reino Mesiánico para Israel que será una época de paz y de libertad de los opresores. Esta promesa se reconoce como válida si sólo Israel aceptara a su Mesías”.30 Tannehill explica que el tema de Lucas de la redención para Israel continúa apareciendo como una esperanza futura, incluso después de la crucifixión. La enseñanza Cristiana bíblica sobre el futuro no ha perdido nada de su orientación Judía del Antiguo Testamento. Todavía se ata a la recuperación de Israel y de su restablecimiento en la tierra:
“nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel.” Es otra vez una cuestión de la redención de Israel. Esta esperanza es restablecida por la resurrección de Jesús, que conduce a los discípulos a pedir, “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?“ (Hechos 1:6). Aquí reaparece la esperanza por el Reino mesiánico de Israel, expresada fuertemente en las narrativas del nacimiento. Esta pregunta no demuestra meramente la ceguera de los seguidores que aún no han recibido el Espíritu. Jesús corrige su curiosidad acerca de los tiempos, pero El no rechaza la posibilidad de un reino restaurado para Israel. Y Pedro, después de recibir el Espíritu, aún mantiene la esperanza de la “restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo…” (Hechos 3:21).31
De interés particular es el hecho de que Lucas 1:70 y Hechos 3:21 ambos contienen la frase que todo lo abarca “que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo”. En una declaración breve el barrido o alcance del conjunto de la profecía Hebrea nos es traído ante nosotros. Las promesas de un Mesías real que tiene acceso al trono de David y que causa la liberación para Israel y Jerusalén, todavía aguardan el cumplimiento en la Parusía. Las palabras de Jesús son para el mismo efecto. Los discípulos esperan su propia redención, y el advenimiento del Reino, en el regreso del Mesías (Lucas 21:28, 31). Los grandes acontecimientos que marcan el restablecimiento del Reino Davídico no se cumplen cuando el Espíritu se derrama y no se aplica, por lo tanto, a la Iglesia este aspecto del regreso de Cristo. La ausencia del Mesías, que está en el cielo, es temporal, extendiéndose hasta el final de la edad presente. Entonces vendrá el tiempo para la realización de la esperanza que ha funcionado como un hilo de rosca dorado con las Escrituras Hebreas y hacia adelante en los Evangelios. La divulgación de Lucas de las declaraciones proféticas de María, de Zacarías y de Simeón es un fundamento precioso para la esperanza cristiana mientras se retrasa la Parusía. El anuncio de apertura de Gabriel sobre la restauración del trono de David, y de la pregunta de cierre de los discípulos sobre la restauración de Israel, agrupa la totalidad del relato de Lucas de la fe Cristiana.
La confirmación de que éste es mensaje constante de Lucas y de Jesús es proporcionada por Arturo Wainwright que observa que Lucas demuestra un conocimiento considerable de la tradición Judía. El médico amado, como creyente verdadero,
conservó la influencia del judaísmo… Lucas estuvo preocupado profundamente sobre del futuro de Israel… Lucas parece mirar hacia adelante a un tiempo en que Israel será reinstalado. Sus referencias a la restauración y a la redención de Israel proporcionan una pista a sus presuposiciones teológicas… Esta redención seguirá al retorno del Hijo del Hombre.32
Los lectores modernos de la Biblia a menudo encuentran imposible compartir la perspectiva de Lucas y por lo tanto pierden la riqueza de la esperanza Mesiánica que es fundamental para el Cristianismo bíblico. La pregunta acuciante es si la iglesia no ha lanzado lejos un elemento central de la fe del Nuevo Testamento llamando a los capítulos anteriores de Lucas como pre Cristianos. Las acusaciones clamorosas de los comentarios de que los Apóstoles eran lamentablemente lentos para quitarse de sus opiniones políticas “Judías” del reino, pueden revelar simplemente cuán lejos nos hemos separado de una comprensión neotestamentaria del Reino de Dios. Uno de los propósitos principales de Lucas era enseñarnos escatología Cristiana. Hemos rechazado mucho de él, y hemos demandado una comprensión superior que etiquetamos como “espiritual”, a diferencia de la opinión con base Hebrea de Lucas sobre el futuro que encontramos intolerablemente Judía.
El récord de la exposición que halla faltas en los Apóstoles en el asunto crucial de la definición del reino, debería motivarnos a ponderar en qué han estado involucrados los teólogos. Gresham Machen, en su discusión de los capítulos tempranos de Lucas, habló de la “ausencia de ideas específicamente Cristianas en el Magnificat y el Benedictus, la ausencia de referencia a los hechos en la vida de Jesús”.33 El explicó la inclusión de Lucas de estas canciones Mesiánicas diciendo que señalan “a una época en que la esperanza mesiánica todavía fue expresada en los términos de la profecía del Antiguo Testamento”. [Las canciones de María y de Zacarías] fueron producidas en un momento en que la profecía del Antiguo Testamento todavía no había sido explicada por su cumplimiento”.34
Pero Lucas piensa totalmente diferente. Esas canciones Cristianas primitivas declaran los acontecimientos Mesiánicos futuros que siguen incumplidos en tanto que Jesús esté ausente por estar en el cielo. Al ojo de la fe esos grandes acontecimientos aparecen cumplidos incluso antes del principio del Ministerio de Jesús en Palestina, puesto que son fidedignos en el plan divino. Una teoría desastrosa que comparó el Reino con el período que siguió inmediatamente a la resurrección de Jesús, trajo, sin embargo, una confusión radical sobre Jesús y sobre el concepto más fundamental del Nuevo Testamento —el Reino de Dios. Jesús todavía miraba hacia adelante a la restauración y a la liberación política final de Israel y del mundo en Su regreso. Él no abandonó una lectura natural de los profetas. Muchos de sus seguidores, sin embargo, tienen transmutada la esperanza obvia de los profetas del restablecimiento de Israel en la tierra, y la aplicaron a la iglesia ahora. Hay una necesidad de volver a descubrir el elemento territorial en la salvación.35
Raymond Brown también encuentra que “no hay nada distintivamente Cristiano en las palabras de Gabriel en versículos 32-33 de Lucas 1, excepto que el Mesías Davídico ha sido identificado con Jesús”.36 Por el contrario, Lucas estaba documentando la fe cristiana y presentando una vista del futuro que tiene la necesidad de recuperarse, si es que es verdad que nuestra afirmación para creer en el papel normativo de la Escritura es genuina. Los cristianos apostólicos mantuvieron la esperanza Judía del Antiguo Testamento de la paz en la tierra que sería causada por un nuevo imperio mundial centrado en Jerusalén. Lucas entiende así el futuro del Reino de Dios. El describe una fe que es universal en su abrazo pero, con todo, sin embargo, se centró en la esperanza de Israel, el destino de Jerusalén, y el restablecimiento final del trono de David.
La pregunta de los discípulos en Hechos 1:6 es el clímax de una serie coherente de refranes sobre el reino futuro de Dios en Lucas/Hechos. Desde el principio del Evangelio, Lucas presenta el Reino de Dios como Mesiánico y Davídico. Como María y Zacarías exclaman, la raíz del concepto del Reino se encuentra en el pacto hecho con Abraham (Lucas 1:55, 72, 73), del cual el pacto Davídico es una extensión. La restauración del Reino a Israel en la segunda Venida es el horizonte final de esa esperanza Cristiana. Si la influencia “espiritualizadora” y mística de Orígenes, que está tan profundamente incrustada en la tradición cristiana, se pone a un lado, y nosotros consideramos la posibilidad de que la fe original deba ser leída en términos de sus propias presuposiciones Hebreo Mesiánicas, no será difícil ver que Lucas espera que Israel y la tierra sean la arena de una teocracia Davídica restaurada (cp. Mat. 5:5; Revelación. 5:10). Esto es justo lo que esperaríamos de una comunidad dedicada al pacto Abrahámico y Davídico, que eran la espina dorsal de la piedad Judía, y al mensaje de los profetas, para quienes el Mesías y el Reino de Dios eran intensamente políticos, pero no, consecuentemente, conceptos no espirituales.
Cuando el Reino de Dios se redefine como el “cielo” para las almas partidas, un sinónimo para la Iglesia, o un programa social, o incluso las esperanzas Sionistas, este parte de la Segunda Venida, es improbable que el Evangelio bíblico del Reino pueda oírse en condiciones que tienen sentido de él en su propio contexto Judío.37 El Evangelio Cristiano presenta la salvación de los pecados para los individuos, pero la salvación se liga a la renovación futura de la tierra y a un Reino centrado en Jerusalén. El mensaje central de Jesús era el acercamiento del reino de Dios para el cual los hombres debían prepararse con toda la urgencia, y del cual El era el gobernante designado. ¿Cuán fielmente se ha transmitido este Evangelio a nosotros? Una respuesta positiva es apenas posible. Una reciente historia de la doctrina del Reino de Dios38 sugiere que el Reino no ha recibido nada como la atención que disfruta en el Nuevo Testamento como el corazón del Evangelio de salvación de Jesús. Por otra parte, éste ha sufrido una reinterpretación drástica cuando se le ha forzado para que apoye las varias agendas hechas por los hombres sin relación al reino Mesiánico o se le ha reducido a un reino interior en el corazón.
Hablando del uso erróneo de Lucas 17:21 (“el Reino de Dios está entre vosotros”) como manera de obscurecer el más grande énfasis en la vida futura del Reino, B.T. Viviano dice:
Desgraciadamente este versículo ha sido abusado a lo largo de la historia y se le ha llevado a una interpretación del Reino demasiado espiritual, despolitizado, y luego trivializado. Es un error hacer de este verso el punto de partida de nuestra comprensión del Reino en la proclamación de Jesús.39
Igual podría decirse del uso erróneo de la declaración de Jesús de que su reino “no era de este mundo” (Juan 18:36). Se ha asumido, sin la reflexión cuidadosa, que el Reino nunca estará en la tierra. Lo que Jesús quiso decir, sin embargo, era que su Reino no tenía su origen en los actuales sistemas malvados dominados por Satanás. Cuando Jesús habló de preparar los lugares para los discípulos “en la casa de mi Padre” (Juan 14:2), El pensaba en el Reino futuro de Dios en la tierra. El añadió inmediatamente que iba a regresar a la tierra (Juan 14:3) de modo que El y los discípulos pudieran ser reunidos en los lugares preparados por el Padre, el Reino “preparado desde la fundación del mundo”, en el cual los discípulos entrarán cuando Jesús vuelva (Mat.25:34).
La Escatología y la Recuperación de la Esperanza Bíblica
Hechos 1:6 es un texto valioso como punto de partida para la recuperación de la teología del Nuevo Testamento del Reino. Hasta hace poco tiempo este verso ha sido descartado porque no parecía estar de acuerdo con lo que pensamos que debiera ser el Reino de Dios. En 1924, A.F. Macinnes examinó el Reino de Dios según lo descrito en las escrituras apostólicas.40 En un breve comentario sobre Hechos 1:6 él desecha a los Apóstoles como testigos no fiables sobre la naturaleza del reino:
Al comienzo de Hechos vemos que los Apóstoles todavía sostuvieron su concepto erróneo del Reino de Dios. Le preguntaron a Jesús después de la resurrección cuándo restauraría El el Reino a Israel (Hechos 1:6); pensaban en un reino terrenal.41
G.T. Stokes, reflejando un malentendido catastrófico del Judaísmo de Jesús, se refirió a la averiguación de los discípulos sobre el Reino como “la declaración obscurecida de mentes carnales y sin inspiración andando a tientas tras la verdad.” Tal comentario marca el punto en el cual las iglesias han “saltado la pista” y se han apartado hacia su propia versión no bíblica del Reino. La pregunta es, ¿Cuál de las mentes están en la necesidad de aclaración, las de los fabricantes de la tradición cristiana o las de los discípulos de Jesús que fueron personalmente entrenados por El?
Ramsay Michaels puso su dedo en el problema duradero reflejado en la actitud antagónica de los comentaristas y se prepara para una revaluación de lo que Harnack vio como la más crítica de todas las cuestiones: “Ni mi teología ni la tuya importa; lo que importa es la enseñanza correcta del Evangelio”. Michaels escribió:
La tendencia de mucha erudición Cristiana ha sido reducir al mínimo el Judaísmo o la etnicidad de la visión de Jesús del Reino de Dios con la observación de que él no tenía ningún interés en un reino político, o uno que se podría establecer a través de los poderes militares o por la rebelión contra Roma. La suposición tácita es que no político significa no-nacionalista, que a su vez significa no-étnico y no-Judío, pero más bien “espiritual” y “universal”. El Reino de Dios en la expectativa judía era realmente espiritual y nacional, universal y étnico… después de la resurrección, según el libro de los Hechos, los discípulos de Jesús le preguntaron (¡incluso después de que El les había instruido por cuarenta días sobre el reino de Dios!): “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). La contestación de Jesús no da ninguna insinuación de que esta expectativa nacionalista estaba de alguna manera equivocada o desorientada, sólo que el tiempo de la restauración estaba fijado únicamente en la autoridad de Dios.42
Nosotros proponemos que los comentaristas adopten la mente de los Apóstoles por un momento y se permitan la libertad de suponer que estos discípulos de Jesús supieron de hecho exactamente acerca de lo que ellos estaban hablando. Semejante experimento podría revolucionar nuestra comprensión del empuje de todo el Nuevo Testamento. Un reino que es “espiritual” no necesita que signifique un reino que no pueda aparecer en el retorno de Cristo localizado en Jerusalén, con el nuevo David como su soberano en la compañía de los santos resucitados,43 y bendiciendo al mundo entero con una era de prosperidad y de seguridad incomparables. ¿Por qué debería semejante cosa ser pensada como increíble cuando los profetas y Salmistas esperaron la reunión de las tribus en la tierra y cantaron acerca del próximo reinado glorioso del Mesías en la tierra? Cuando se desvanezca la nube de confusión acerca del Reino de Dios, y cuando los comentaristas crean en lo que el Nuevo Testamento dice sobre el futuro, se volverá claro que Hechos 1:6 es un texto que se sienta en juicio sobre nuestro fracaso de creer a los profetas y sobre nuestra repugnancia para aceptar que los Apóstoles supieron mejor que nosotros lo que Jesús quiso decir por el Reino de Dios.
Los lectores de la Biblia están acostumbrados a oír esas partes del texto que encajan con sus ideas recibidas. Es posible que otros elementos del mensaje estén inconscientemente rechazados porque no son familiares. La concentración Cristiana en la salvación individual ahora y en la muerte ha interferido seriamente con el énfasis masivo del Nuevo Testamento en el Reino de Dios que se inaugurará cuando Jesús vuelva como Mesías conquistador. En vista del retraso del regreso de Cristo, la iglesia parece haber perdido su valor cuando viene a creer en esos elementos del Evangelio que prometen buenas cosas por venir. No obstante, éste debe ser el corazón de su mensaje.
Enfrentado con las obvias implicaciones sociales y políticas del Magnificat y de Hechos 1:6, los expositores han recurrido a varias maneras de esquivar el texto. Una técnica es ofrecer una interpretación “espiritualizante”. Una segunda es leer el texto como que autoriza una acción política y social esta parte de la Segunda Venida. Una tercera solución es sostener que viejas actitudes revolucionarias son modificadas o aun corregidas por desarrollos más recientes en la enseñanza de Jesús. Esta tercera manera alrededor de la dificultad se hunde sobre las pruebas de Lucas 21:24, Hechos 1:6 y 3:21. Mientras que está claro que el Jesús histórico no emprendió ninguna acción revolucionaria en la arena política, esto no significa que una revolución política no esté considerada para el futuro. El Día del Señor está todavía por venir. Es a este acontecimiento que Lucas 24:21, Hechos 1:6 y 3:21 señalan tan claramente. Es fatal para un asimiento apropiado del Reino de Dios controlar la evidencia de Hechos 1:6 fuera de la corte alegando que los discípulos no compartieron nuestra opinión de lo que debe ser el Reino. Una vez que Hechos 1:6, y otros versículos cargados políticamente, se les permita ponerse de pie como testimonio del Reino futuro como un gobierno mundial confiado a Jesús que retorna, y a los santos, un diluvio de luz es lanzado sobre el mensaje bíblico.
Es importante observar que un reino que implica la restauración de Israel en la tierra no es, ni mundano, ni secular, porque será un reino en las manos del Mesías mismo. La sugerencia de que la actividad de Jesús como un predicador y sanador no violento es más “espiritual” que Su implantación de un gobierno mundial en el trono de David establece una dicotomía falsa. Lucas, y el Nuevo Testamento en general, nos presentan con un Jesús que es el Mesías sufriente y el Mesías conquistador que trae el reino con poder en su regreso. Nuestro problema es que hemos estado leyendo el Nuevo Testamento como si no fuese un documento Mesiánico en el sentido indicado por Hechos 1:6 (Rev. 11:15-18 del cp.; Lucas 19:11-27). La tradición nos ha enseñado a creer (a menudo muy vagamente) en el futuro del alma individual. Lucas pretende que miremos hacia adelante, a la restauración del trono de David y de Israel a la tierra. Se necesita una nueva orientación para la exposición de la Biblia.
Jesús demostró el poder del Reino futuro en Su ministerio. Los poderosos, sin embargo, no fueron derribados de sus tronos, los humildes no los substituyeron y Jesús no ascendió el trono de David. Ni fue el reino de Dios restablecido en Israel. Lucas tiene cuidado de decirnos que el derramamiento del Espíritu en la ascensión, aunque avanza el programa Mesiánico, no es el cumplimiento de la restauración prometida de Israel. Hasta ese tiempo el Espíritu como el “Espíritu de la promesa” (Efe. 1:13) es dado como pago adelantado de algo mucho mayor, a saber, nuestra herencia futura del Reino.
Es una lectura errada del Evangelio de Jesús el pensar que el contenido de Su mensaje está confinado a los acontecimientos que ocurrieron en Galilea. Tampoco es el Evangelio completo la muerte y la resurrección de Jesús. El Evangelio toma el amplio alcance de la historia de la salvación incluyendo el muy importante Reino aún por establecerse. Fijar las fechas para ese acontecimiento es imposible. El dar a conocer ese hecho del futuro es parte de la tarea de retransmitir el Evangelio fielmente. La presentación del punto de vista bíblico del futuro, incluyendo la información provista por Hechos 1:6, clarifica el significado de la esperanza que Pablo ve como la base sólida para el desarrollo de la fe y del amor (Col. 1:5; Efe. 1:18). Hechos 1:6 no representa una declinación de la espiritualidad de Jesús sino que es parte y paquete de la expectativa espiritual total del Reino a la cual Lucas y las escrituras del Nuevo Testamento señalan. Hechos 1:6 refleja la comprensión madura de los discípulos que estuvieron con Jesús.
Hay valor en reflexionar nuevamente en la manera cómo Calvino, y una tradición entera de la exposición, se las arreglaron con Hechos 1:6.44 La reacción negativa de Calvino hacia los Apóstoles da el punto a la tesis entera de este libro —que la iglesia ha presentado por demasiado tiempo a sus miembros un Evangelio privado del Mesías y ha “desmesianizado” a Jesús. Puesto que todo el punto del Nuevo Testamento es presentar a Jesús como el Mesías, un avispero de problemas debe presentarse cuando un Cristo auto contradictorio, no mesiánico, substituye al Jesús bíblico. La lección que se aprenderá de Hechos 1:6 es que el testimonio apostólico sobre el Reino es para nuestra corrección. Por mucho tiempo la iglesia ha rechazado un concepto del Reino que es extraño a nuestro pensamiento pero no al de los Apóstoles, que vieron más claramente que nosotros lo que significa creer en Jesús como el Mesías. El Jesús descrito en el Evangelio de Lucas es heredero al trono de David en Jerusalén, el restaurador del reino a Israel y el garante de la paz mundial en la tierra, una perspectiva presagiada en su actividad espiritual en Palestina. Esa unidad que eluden actualmente las iglesias puede ser recuperada reuniéndose alrededor del Jesús de la Escritura, el Jesús que es el Mesías, y el Rey de los Judíos, portador del Evangelio Salvador del reino y destinado a gobernar el mundo en Jerusalén.
Por | Anthony F. Buzzard (M.Th)
Via | el blog del apologista
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Notas a Pie de Página
[1] La sustancia de este capítulo fue primero publicado en The Evangelical Quarterly (3), 1994, y es usado aquí con permiso.
2The Acts of the Apostles, Edinburgh: The Saint Andrews Press, 1955, p. 3.
3 Ibid., p. 4.
4 Ibid.
5 Cp. Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank Gaebelein, Zondervan, 1981, Vol. 9, p. 256: “La pregunta que hicieron los discípulos refleja las ascuas de una esperanza en otro tiempo resplandeciente por una teocracia política en donde ellos serían los líderes…Pero aunque las palabras de Jesús sobre la venida del Espíritu reavivó en los discípulos su vieja esperanza nacionalista, Jesús tuvo algo más en mente”. El comentario describe la pregunta como “equivocada”.
6 Philadelphia: Lippincott & Co., 1868.
7 Commentary on Acts, pp. 2, 3.
8 Critical and Exegetical Handbook to the Acts of the Apostles, Winona Lake: Alpha Publications, 1979, pp. 27-28.
9 Acts, ed. Spence and Exell, exposition by A.C. Hervey, Chicago: Wilcox & Follett, 1880-1897. The same commentary on Luke 1:32, 33 (1889) recognizes that Jesus has not inherited the throne of David in the way predicted by Gabriel.
10 Republished Eerdmans, 1950, commentary on Matt. 19:27, p. 251.
11 Calvin’s Commentaries, Acts of the Apostles, ed. D.W. Torrance and T.F. Torrance, Grand Rapids: Eerdmans, 1965, p 25.
12 Commentary on Acts, London: Routledge, Warne and Routledge, 1863, p. 4.
13 Oxford: Clarendon Press, 1923, p. 132.
14 Ibid., p. 156.
15 The Kingdom of God, p. 93.
16 Ibid., p. 168.
17 I Believe in the Resurrection, Hodder and Stoughton, 1975, p. 97.
18 Ibid.
19 Ibid.
20 The Theology of St. Luke, New York: Harper and Row, 1960, p. 163.
21 Es incorrecto hablar del “fin del tiempo”. La Biblia espera el tiempo que seguirá en la siguiente era del Reino que será precedido por el “tiempo del fin”.
22 The Acts of the Apostles, Philadelphia: Westminster Press, 1971, p 143.
23 Por ejemplo, G.A. Krodel, Acts, Augsburg Commentary on the New Testament,Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1986; Robert Tannehill, The Narrative Unity of Luke-Acts, A Literary Interpretation, Minneapolis: Fortress Press, 1990.
24 Como es mostrado, por ejemplo, por Los Salmos de Salomón 17, 18.
25 Filo usa esta palabra para describir la liberación de Egipto (Rer Div. Her 293) y Josefo se refiere a la restauración del templo que sigue a la cautividad Babilónica (Ant 11:63).
26 Particularmente los temas anunciados por Isa. 40-66.
27 Cp. Sal. 122:3-5. El tema de Consolación en Jerusalén refleja las promesas de Isa. 40:1; 49:13; 51:3; 52:9; 57:18; 66:11,13. La redención de Jerusalén es prevista por Isa. 43:1; 44:23; 51:11; 52:3; 63:4 (lutrosis, LXX). La Restauración es esperada en Isa. 1:26; 49:6, 8; 52:8; 58:12. Cp. Jer. 27:22; 3:17-19. La venida del Reino es evidentemente el mismo evento como está esperado en Isaías 52:7, “Vuestro Dios reina”, donde el Targum lee: “El Reino de Dios está revelado”.
28 Cp. Zac. 12:3 (LXX): “los que se la cargaren serán despedazados”. La profecía es repetida en Rev. 11:2: “y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses”.
29 The Narrative Unity of Luke-Acts, p. 19.
30 Ibid., p. 34.
31 Ibid., p. 35.
32 “Luke and the Restoration of the Kingdom to Israel,” Expository Times (89), 1977-78, pp. 76-79.
33 The Virgin Birth of Christ, Harper and Row, 1930, p. 97.
34 Ibid., pp. 97-98.
35 Para excelentes comprensiones en la escatología del Nuevo Testamento a la luz de su antecedente Hebreo, ver G.W. Buchanan, The Consequences of the Covenant, Leiden: Brill, 1970, y Jesus, the King and His Kingdom, Macon: Mercer University Press, 1984.
36 The Virgin Birth of the Messiah, London: Geoffrey Chapman, 1977, p. 311.
37 La teología de la Liberación capta el espíritu de la visión de Lucas de la liberación política, pero trata de forzar que sea ahora lo que el Nuevo Testamento no lo espera antes de la Parusía.
38 B.T. Viviano, The Kingdom of God in History.
39 Ibid., p. 27.
40 The Kingdom of God in the Apostolic Writings, London: James Clark, 1924.
41 Ibid., p. 92.
42 The Kingdom of God in 20th-Century Interpretation, ed. Wendell Willis, p. 114.
43 Cp. Dan. 7:14, 18, 22, 27; Lucas 22:28-30; 1 Cor. 6:2; 2 Tim. 2:12; Rev. 2:26; 3:21; 5:10; 20:1-6.
44 Cp. La manera alegre en que el Diccionario de Hastings de la Biblia descarta Hechos 1.6 como valioso sólo como “un auténtico toque pequeño…una verdadera reminiscencia de lo que nosotros podemos estar seguros que era su actitud real en el momento, aunque dejó de serlo pronto. Cuando ellos preguntaron, “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? sus pensamientos todavía estaban corriendo en la ranura de la antigua expectativa Judía. Es el último rastro de ellos que nosotros tenemos en esta forma ingenua” (Vol. II, “Jesucristo”). Al contrario, la misma escatología es confirmada en Hechos 3:21.
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